Nunca voy a ser uno de ellos. Nunca. Nunca voy a pensar como ellos, nunca voy a vivir donde ellos viven. Yo soy” alguien”, yo puedo respirar y decidir al mismo tiempo, yo soy libre. Y soy libre porque nací en un lugar y no en otro, porque tuve la ridícula suerte de ser un espermatozoide buscado en un barrio pituco y no un polvo descuidado en una casa de chapa. Ya está, ahí empezó mi suerte. La suerte de tener a mi padre y a mi madre, la suerte de tener derecho a pensar, la suerte de proyectar, la suerte de posponer.
¿Y ellos? ¿Los que perdieron? ¿Los que fueron un polvo descuidado? Ellos no valen casi nada porque no son dueños de nada, son, como dice Galeano, “nadies”. Ellos son los Humanos a quienes se les pisotea sus Derechos, los que pagan treinta cuotas por un celular último modelo, los que andan descalzos siempre. Alguien una vez me dijo: “La sociedad no puede esperar nada de aquellos a quienes la sociedad nunca les dio nada”. A ellos, ¿qué les dieron?, ¿quién los cuidó?, ¿quién les enseñó? Ellos, ¿qué tienen que hacer?, ¿tienen que respetar nuestros derechos cuando nadie respetó los suyos?, ¿tienen que resignarse a ser para siempre “los que no tuvieron suerte”?
A mí no me tiembla la voz para decir que los entiendo y los defiendo. Defiendo a esos que roban y matan, porque a ellos los matan todos los días, porque ellos son las víctimas y no los victimarios, aunque los noticieros disfruten jurando lo contrario. Tampoco me tiemblan las patas cuando digo que los defiendo desde acá, desde el barrio acomodado y pituco, porque sé que no tengo el coraje del Che ni la convicción de Fidel. Una vez más, no soy, ni quiero ser uno de ellos.
¿Y ellos? ¿Los que son todos iguales? ¿Los que son invitados a retirarse de los shoppings? Ellos no son los violentos, violentos son los que determinan que ellos sean los violentos. Violento es el tipo que vive en su casa enrejada, que tiene como móvil de su vida la multiplicación de sus bienes y que todavía se arma para hacerle frente a cualquier chorro que quiera quitárselos. Los chorros son ellos, para ese tipo el mal son ellos, ellos que no trabajan, ellos que están colgados del cable, ellos que se drogan. Ellos son pobres porque quieren. A ellos les damos monedas, pero a nosotros que no nos molesten.
Una persona, hace mucho tiempo cuando yo era chiquito, me dijo: “¿por qué ellos no nos empiezan a tirar piedras?, ¿por qué se quedan tranquilos y pasan con sus carritos sin decirnos nada?, ¿por qué nosotros tenemos y ellos no?”
Félix Guattari, filósofo francés, plantea en uno de sus trabajos: “A mí no me sorprende que un pobre robe o que un trabajador explotado haga una huelga, a mí me sorprende que no todos los pobres roben, que no todos los explotados estén de huelga”.
Muchas veces me pregunto hasta dónde voy a seguir con esto, cuánto falta para resignarme a aceptar la posibilidad de ser para siempre rico y ellos, para siempre pobres. No lo sé. Pero sí estoy seguro de lo que pienso. Sí estoy seguro de ser un gurí con principios y ¿saben qué?, puede ser la cosa de la que esté más orgulloso en mi vida.
Ojalá un día vengan. Ojalá un día vengan de golpe porrazo todos los pobres y los explotados. Que Dios nos proteja a “nosotros”, que de eso sabe bastante.
Mis abuelos. Ellos me dijeron esas dos frases. Hoy ya no están. A los dos, muchas gracias.