domingo, 12 de febrero de 2012

Porque es costumbre

Los que me conocen, los desgraciados oídos que han tenido la mala fortuna de verse obligados a soportarme alguna noche de esas que uno anda de boca fácil, saben que es uno de mis terrenos predilectos. Si de ejercicios intelectuales se trata, no hay como intentar razonar de manera opuesta a lo que se dicta en las clases cotidianas. Y ni les digo si este ejercicio intelectual opuesto a la idiosincrasia de nuestro pedacito de civilización (diría La Catalina) es además, opuesto a la gran mayoría de los patrones culturales existentes en este monstruo de planeta.
 Por más sangre joven que uno tenga, siempre es socialmente saludable recordar que hay cosas que no van a cambiar, por lo menos hasta dentro de un par de milenios. Pero, dejando de lado lo social (que ya me tiene bastante harto), es moralmente saludable olvidarse de todos esos versículos tatuados en nuestras mentes. Perdón, olvidarlos no; más bien cuestionarlos. A ver, sin ánimo de absolutizar ideas: TODOS SOMOS MACHISTAS, HOMBRES Y MUJERES.
 Ejemplos propios: cuando salgo con mi novia generalmente manejo yo (porque el hombre decide el destino de la pareja, la mujer es “acompañante”), hay una señora que trabaja en casa y ella se encarga de lavar y cocinar (porque los hombres tenemos que estudiar para después ser el sostén económico de la familia) y es mi hermana la que se levanta primero a juntar los platos de la mesa (¿cómo los hombres van a lavar los platos si eso es “cosa de mujeres”?). Por supuesto que mi novia prefiere que maneje yo, la señora que limpia en casa pareciera como si disfrutara de servirnos a los hombres de la casa y mi hermana se siente una chica aplicada cada vez que se para a juntar los platos.
 Ahora bien, lo interesante es tratar, sumergidos en este mundo que a nosotros nos debe lo que es y lo que no, de preguntarse por qué somos como somos. Cuánto hay de “nosotros” y cuánto de “los otros” en las decisiones que tomamos. ¿Y si creemos que los otros están equivocados? ¿Y si creemos que el hecho de que el hombre sea el que invite a la mujer a cenar es una forma de someterla a su poder? ¿Y si opinamos que la mujer no está genéticamente diseñada para hacerse cargo de las tareas del hogar sino que es una convención social históricamente aceptada? ¿Y si una “costumbre” no nos parece justa? ¿Hay que aceptarla por el hecho de ser una (siempre honorable) “costumbre”? Es tal el odio que le estoy agarrando a eso de “las costumbres” que ante la pregunta ¿Por qué siempre pagás vos cuando salís con tu novia?, prefiero una retrógada respuesta del estilo “Porque el hombre debe pagar porque es el que carga con la responsabilidad de mantener a la mujer”, que una intelectualmente subterránea del tipo “Y bueno… es costumbre”.
El machismo es una costumbre tan injusta y denigrante como prehistórica y universalmente practicada. Es la demostración diaria de que el hombre ejerce una supremacía ridícula y poderosísima sobre la mujer. Es también la reproducción constante de esa demostración. Es ese dicho popular: “Detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”.
Pero claro, es “costumbre”. La pronunciación de esa palabra ya detiene todo ejercicio intelectual. Total, ¿pa qué te vas a poner a cuestionar cosas que ya vienen dadas, toditas envueltas y con las instrucciones al lado? ¿pa qué pensar si pensar no da plata? ¿pa qué ponerse en contra de lo que manda la Diosa Tradición?
“Dejá mi amor, yo invito; es costumbre que el hombre pague”.

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